Decreto que desencadena la persecución a los fieles, cofradías, cantores y cualquier forma de culto por La Virgen.

Decreto Supremo del Estado de Chile
Santiago de Chile, 14 de Marzo de 1956

Teniendo presente que:
Primero: Se ha detectado en todo el Valle Grande del Aconcagua, la aparición de un nuevo culto que mantiene un impuro ejemplo a la moralidad y las buenas costumbres, poniendo en duda la permanencia de las restantes iglesias cristianas en todo Chile, acompañado del consumo del vegetal llamado Cannabis, por parte de los seguidores de la llamada Virgen del Cáñamo.

Segundo: La presencia indebida e ilegal de la sustancia conocida como "Agua Santa", con serios atisbos de tener efectos alucinógenos, y que es consumida y entregada por los fieles al cáñamo, siendo ésta parte de su culto por La Virgen.

Tercero: La publicación de "EL Libro de La Virgen del Cáñamo", escrito que presenta ideas anticatólicas, contra las buenas costumbres y que alega por el consumo de los ilegales antes citados, teniendo además varios pasajes que incitan a la revuelta y anarquía, lo que va en contra de la constitución del Estado vigente.

Por lo antes mencionado El Gobierno de Chile, por intermedio de su Ministro del Interior ha promulgado el Decreto 187-9 del año 1956, que dicta lo siguiente:

Primero: Prohíbe el culto de La Virgen del Cáñamo en todos y a cada una de sus manifestaciones.

Segundo: Nombra al Capitán de ejército, Petronio Santis Bugueño, como el encargado de la captura y enjuiciamiento de las personas que fueran sorprendidas en ilícitos referidos al culto por La Virgen o cualquier acto que se relacione con éste.

Tercero: Las personas involucradas con estos hechos serán enjuiciadas conforme a la Ley de Defensa del Estado de este mismo año.
Anótese, publíquese y cúmplase
En donde se relatan los preparativos de La Virgen del Cáñamo para su viaje sobre La Ballena Blanca hacia la caleta de Horcón, con los consejos de MichimaLonco y las dudas de las sacerdotisas sobrevivientes, además del encuentro con su abuela Gabriela.

Una poderosa ráfaga de viento levantó los sagrados ropajes transparentes de La Virgen del Cáñamo, esparciendo por el cielo los tiernos cogollos morapios que habitaban el ojo santo cobijado entre sus piernas. También levantó el viento la mirada de la niña bendita, quien en silencio se vestía para el viaje de todos los años y que se había transformado ya, en la razón de su existencia. Pensando y queriendo iniciar de una vez por todas, la que podía ser la última de las procesiones, sacudía de sus pies florales la arena del tiempo, tratando de respirar frente al viento, como el espíritu de MichimaLonco le enseñara en alguna de sus charlas en esa playa del sur, forjando según decía, la voluntad de quién sería pronto divinidad.

La Virgen llevaría en su viaje un morral, recuerdo y rescate de su exilio, trenzado con las más finas fibras de la producción aconcagüina. En él guardaba huesos blancos de sus antepasados, harina tostada, un poco de mate, cuatro cruces de Cáñamo, ocho cintas verdes, ocho cintas rojas, ocho cintas azules, dos Rosarios de Aconcagua, un frasco con ungüento, murtas sueltas, semillas por miles, Tupa de la pasada temporada, un trago de Aguasanta del mismo valle, una bombilla, cuatro copihues secos, un Escapulario con su propia imagen, Changle, conchas y arena, plumas de Loicas y Bandurrias, una flauta de Piedra, una bandera con un cogollo dibujado y un pergamino con "El Libro de La Virgen del Cáñamo". Cubría su cabeza con un tejido de fibra cañamera teñida de rojo, al que había cosido piedras de colores, cintas y flores. Cogida a sus velos mantenía una enredadera viva de Copihues, que iba mágicamente capullando y floreciendo incesante por todo su cuerpo. Sus pies morenos envolvía en cueros de guanaco, atados con tripas de caballo. En la cintura, se dejaba caer un trozo de piel de Puma engalanado con espejos redondos y figuras que representaban los cuatro puntos forjados con cuarzo y lapislázuli. De sus cabellos verdes, colgaban flores de Cáñamo carmín que perfumaban todo lo cercano. Su imagen prístina la coronaba con una diadema de agua cristalina, que recorría como cascada su cuerpo de Diosa.