EJERCITO LIBERTADOR DEL CÁÑAMO


EJÉRCITLIBERTADOR
DEL
CÁÑAMO


I

            Sacó la cabeza para ver la calle, en donde el sol se agolpaba en las paredes de las casas iluminándolas una a una. Observó cómo se ordenaban los adobes apegados en silencio y en línea. Miró de lado a lado el asfalto. Rápidamente volvió a entrar al estremecerse con el repicar de la campana de alerta en el interior del recinto penal de Putaendo. De inmediato avanzó algunos metros, pero se detuvo y volvió a su lugar porque la primera regla en gendarmería es nunca abandonar el sitio que resguarda. Los ojos agrandó cuanto pudo y temor sintió de perder las órbitas. Quería noticiarse. Antes, dejó pasar el seguro del arma, que en su mano aguardaba reluciente, el arma que había criado y mimado como a su propia novia en las noches de turno.
            Nuevamente la campana de alerta resonó, pero en esta ocasión se ahogó su aullido. Gritó entonces hacia las instalaciones, después del pasillo de entrada que le tocaba vigilar. Hizo señas al cabo que se encontraba en lo alto, al otro extremo de la línea de fuego, pero éste o no estaba o dormía sin asomar la cabeza. Impaciente, gritó innumerables veces y en sus lastimosas preguntas se transparentaba el miedo.
            Si hubiese decidido ir en busca de información, el oficial hubiese hecho el siguiente recorrido: desde la puerta transitar primero por un largo pasillo de tierra para luego entrar a la derecha, en donde se levantaba el edificio principal de adobe y techumbre alta de vigas a la vista como casi todas las construcciones de la zona. Después, una especie de oficina se erigía como la guardia interna y a su lado, el portón de madera verde que separaba el territorio libre de la galería en donde se encontraban los patios de castigo, las celdas, la cancha y todos esos espacios oscuros que componen la geografía de una cárcel.
            De haber dado esos pasos, habríase enterado de los hechos acaecidos esa tarde, mucho antes de lo que realmente hizo.
En aquellos lugares del interior se habían producido los hechos, el asunto, que estaba lastimosamente concluido. La población había actuado apasionadamente, pero ante todo, el plan trazado durante meses, se llevó a cabo con rigurosidad. En estos casos hay que parecer pacos en lo estrictos, decían todos los presiosos de la cárcel de Putaendo, pues sabían que las libertades dependían, de la precisión impuesta en los actos.
            El plan nació de noche cuando alguno de los presos que no lograba dormir, se dedicó a soñar despierto. El mate suelta la lengua y la nostalgia e impotencia remueven las cortezas cerebrales al extremo de elucubrar lejanos pensamientos. En eso todos están de acuerdo y comparten entonces las horas soñando colectivamente para dar algún brillo a las vueltas en la cana. Nadie sabe quien fue el primero, pero alguien, como muchas veces, propuso escapar, según decían, luego de haber leído El Libro de La Virgen que algo mencionaba acerca de la liberación en Putaendo. Si lo decía El Libro, podía suceder, todos lo sabían, pero aún así costaba imaginar un escape total.
De todas formas el sueño nació, como cualquier palabra que se hecha al aire por si acaso los divinos seres se apiadan. Dio vueltas por las celdas y hasta en los cuartos de castigo se parlamentó. En la cancha, por ejemplo, alguien dijo una fecha, por decirla, así livianamente. En la cocina también se bromeaba del asunto condimentando entre las papas y los guisos nauseabundos propios de una cana, la ensoñación de la libertad y el ansia de beber de El Agua Santa.
            Pero existía un lugar y un tiempo únicos y especiales para que el sueño tomara forma verdadera. Todos los días a las siete de la mañana se reunían los fieles a La Virgen en la cancha durante los ensayos del Baile Chino Libertad de La Cárcel de Putaendo. La cofradía tenía ya tres años de vida dentro del recinto donde funcionaba al amparo de las autoridades de gendarmería por creer ellos, que así se mantendría el equilibrio necesario para la convivencia de los presos que siendo fieles, llevaban el culto por La Virgen como podían. Era e el transcurso de esas reuniones y danzas, el preciso momento para intercambiar impresiones acerca del futuro escape y lo que era de mayor importancia, cómo sacarían del recinto a La Virgen de madera confeccionada por ellos mismos. Era el bien más preciado de los presos: una dama en madera de Guayacán, con incrustaciones de lapislázuli y ropajes de antiguos bautizos o confirmaciones de los desaparecidos católicos rescatados entre los familiares. En las madrugadas era el centro de la cárcel, un oasis de fe y esperanza que para muchos era la única razón de ser.
            Pasaron exactamente 44 días desde el sueño. Lautaro esperaba condena por el delito que llamaban “creación y distribución de textos licenciosos y de baja moral”, que no era otra cosa que la publicación de “El Libro de La Virgen del Cáñamo”. Su estadía en la cana, luego de su accidentada y extensa persecución, era en verdad placentera pues cada unos de los presidiarios alguna relación tenía con la Virgen, muchos de ellos ya se contaban entre sus fieles, aunque el culto por ella no era tan conocido como sería años más tarde, justo después de lo que estaba por suceder en la cárcel de Putaendo.
Ese día no alcanzaron a pasar la cuenta cuando ya el primero de los pasos estaba dado. Uno de los mozos que era parte del plan, en oculta forma logró dibujar las figuras de las llaves de las celdas. Luego los maestros que laboraban en los talleres se encargaron de la confección del implemento, una artesanal creación de madera que escondieron a los pies del altar. Sólo faltaba el segundo preciso en que lo impensado ocurriera. Por semanas esperaron la calma necesaria que antecede al caos.
            Ya alistados, el ambiente nada decía sospechoso aunque cada uno de los involucrados, que a esa altura eran todos, no pensaban en otra cosa que no fuera su libertad. Una que otra carcajada, las Transistor a todo volumen, para acallar un poco la ansiedad, las cocinas encendidas esperando el caos. Las mellizas en las manos pulidas y afiladas. Cadenas, fierros, palos o simplemente cortaplumas. Una micro repartía los pitos alrededor de la cana, desencadenado la valentía junto al postrero trago de Pájaro Verde para reemplazar en algo el AguaSanta. Los espejos corrieron la voz de celda en celda sumidos en el silencio del gesto canero. Persignaciones por doquier. Beso a la Virgen de Monserrat. Besos a La Virgen del Cáñamo. Un mate, el último. La señal.
--¡¡ Mi cabo, mi cabo se cortó el agua aquí.!!
El carne sin Jugo que padecía de un tic nervioso que le obligaba a sonreír aún en las más inesperadas e inconvenientes situaciones, ahora avanzaba semblante desorbitado mientras su cortaplumas, la que utilizaba para confeccionar zapatos, danzaba por el aire, mientras las celdas, las palomeras abriendo sus fauces liberaban a las víctimas. El Italiano con las facciones impuestas en la seriedad, sacó todo lo que dentro de su celda era de madera y las encendió en el centro de la galería. Vuelan los moscos chillando. El cabeza cortá cooperó con la fogata sumando las bitácoras de la guardia. Los filos sonando con el fuego y la furia y los ojos de todos los cabros, rojos como los toros que corren en las calles, como animales rompiendo los corrales.
El viejo Chico, consultó a Lautaro si era posible vengar antigua paliza propinada en los perdidos sectores de castigo, a lo que Lautaro contestó negativamente. Guarén le quitó de la muñeca del capitán un reloj dorado, mientras este se encontraba en el suelo inconsciente luego de que Teterete lo noqueara de un fierrazo en plena cabeza. Los colchones sobrevolando en llamas, y alguien gritando, cuando traspasa un cuerpo de los verdes y todo como en la selva gigante que oculta los límites del combate, aullidos de gloria y de dolor, acongojados llantos. Curiche se introdujo en la cocina en busca de utensilios. Rucio, Capullo y Rata saquearon el Kiosco vociferando acerca de lo que ellos llamaban, justicia divina. El Huaso arrastraba al cabo Hernández escalera abajo preocupado de que se golpeara en los peldaños, tal y como lo había hecho con él en jornada del pasado. Añiñao se dedicó a alentar la arremetida.
De pronto Lautaro, quien se había transformado en el vigía y líder del escape, fumando un gran caño de verdes cogollos y con la mirada roja, en gran manera emocionado, como si viese ante sí un sueño, indicó la puerta que daba a una de las entradas que se encontraba, abierta de par en par. Era ese el momento de sacar a La Virgen que era resguardada por los más longevos bajo la escalera engalanada con verdes espejos y flores que imitaban el cáñamo. Con movimiento indescriptiblemente rápido, flotante y transparente, La Virgen Del Cáñamo cruzó la galería de la cárcel llegando inmaculada ad portas de la libertad sin que ninguna flor cayera en el camino.
Con La virgen por delante se abrió el último de los frentes por vencer. Primeramente Monrreros avezados lanzaron muebles y demases objetos para limpiar la zona contigua a la entrada, luego en temerario salto derrotaron a los pocos policías que se mantenían en la lucha. En pocos segundos se apoderaron del sitio sin muchos sobresaltos, salvo cuando debieron acallar al policía que insistía en tocar la campana de alerta. El resto maniatado y en gran volumen rendidos ante lo inevitable, se dejaron encerrar en la bodega de las mercaderías.
El sol pegaba fuerte cuando vieron correr al policía de la puerta que cobardemente dejó tirada el arma de servicio. La salida entonces fue tranquila y como estaba acordado, los pasos se dirigieron al cerro. Alguien dijo que Putaendo era la primera cárcel liberada en nombre de La Virgen del Cáñamo.

II

Se encuentran en los sectores de El Llano de Putaendo la mayoría de los que alcanzaron la libertad, reunidos dialogan acerca de cómo actuar de ahora en adelante.

Añiñao: Mejor nos separamos, así no nos encuentran más, es lo que hay que hacer, cada uno por su lado, nos rascamos cada uno con las propias uñas.
Lautaro: ¿Acaso crees que ir separados es mejor?
Añiñao: Claro es mejor que ir todos juntos.
Lautaro: Tú dices que estar separados, ir individualmente es más poderoso porque así alcanzaras espacios mas lejanos y más especiales, al ir con todos tus semejantes no podrás llegar a esos lugares, dices también?
Añiñao: Claro eso digo, que al ir solos llegamos a cuanto rincón queramos llegar.
Lautaro: Entonces ciertamente que mientes y te equivocas, pues de haber pensado de esa forma no hubieses llegado a esta cima del cerro ni estuvieras ahora libre como te encuentras, por otra parte ¿de qué te servirá alcanzar rincones de planeta si no tienes a tu amigo para confiarle tu palabra y ser de esa manera más grande pues él te admira y aprende de ti? Entonces o yo me encuentro enfermo y equivocado o tú piensas con tu razón atrofiada. Debemos en primer lugar permanecer juntos, los fieles de la Virgen de Monserrat y los de la Virgen del Cáñamo…
Carne sin Jugo: Sí, sí eso debemos hacere, pero hay que esperar aquí unos días digo yo, pa reponerse de los años en cana.
Teterete: Pa reponerse de los años en cana…ja, ja, ja,…me day risa, hay que actuar don Lautaro, usted más que naiden sae, si esperamos nos aplastan aquí mismito.
Curiche: ¡Eso!
Lautaro: Hagamos lo que dice “El Libro”.
Todos: ¿Y qué cosa dice el libro?
Teterete: Yo no sé na leer, pero escuchar si sé.
Lautaro: Según “El Libro” hay que avanzar a las tierras más bajas, siempre, buscando la libertad y el honor, buscando los caminos de La Virgen y la sombra del monte Aconcagua. Miren la tierra seca, el valle que agoniza necesita que descubramos El AguaSanta y la única que puede llevarnos a ella es La Virgen.
Carne sin Jugo: Y pa qué iñó si aquí poimos estare re bien sin movernos, tranquilitos, además poco y na nos ha ayudao La Virgen y ya estoy pensando en que renunca va cumplir El Milagro del Agua.
Teterete: Este si que es lindo, La Virgen nos acaba de dar la libertad y dice que no nos da su favor…en too caso te querís quedar aquí sin movete y eso es lo mismo que hay estao haciendo los últimos diez años pos gil, la libertad está en la acción, en decidir lo que uno quiere y hacerlo…Increíble, este tonto está fuera de la cárcel y todavía quiere seguir estando presioso…

III

Se fueron por el antiguo camino del Inca que corta las cinturas de los cerros de Norte a Sur desde el llano de Putaendo en donde se había decidido avanzar hasta la cana en San Felipe para liberar a los fieles a La Virgen del Cáñamo. Antes de partir disfrutaron de cogollos de la cordillera impregnando los recovecos terrenales de la música, del viento y las fragancias de las montañas que confundieron con el aroma de la hierba. A lo lejos el valle reposaba dejando escurrir en su centro el río de las piedras completamente seco.
-- ¿Y este camino de dónde lo sacaron?—consultó el Charqui observando hacia atrás la ruta dejada.
-- Es más antiguo que todas nuestras abuelitas juntas, por aquí caminaban los indígenas, está lleno de tambos y oasis, cruza el desierto, se mete entre los cerros, cruza ríos, es como una culebra gigante que se quedó dormida al sol.— contestó Lautaro.
-- Es la ruta más segura porque de seguro Silva Renard nos estará buscando en Putaendo y los demás caminos, menos mal que existe está huella.
            Al internarse y reconocerse en las faldas del Orolonco, lejano lugar de culto indígena, cada cual rescató de los espinos cercanos las flores amarillas que quedaban de la sequía contribuyendo con el ramo de colores que fue entregado a los pies de la deidad. La Virgen permaneció de frente al astro rey con sus trenzas verdes acogolladas hacia el Orolonco, en una órbita y eclipse de artificio humano. Siguió pronto la lectura y el canto a lo divino en que turnándose se conferenciaban los pasajes y aventuras descritas en El Libro. Luego y esperando aquel momento en que el sol se retira, el tamborero llamó a sus vasallos del Baile Chino comenzando el saludo a La Virgen, que parecía abrir sus pupilas de Guayacán queriendo grabar el momento.
Siguieron las mudanzas, las figuras trazadas por el Baile Chino en el territorio sagrado decidido para el ritual de la tradición, pero aún cuando se intentaba su colocación justa y perfecta, levemente se deformaban los alistamientos y pasos, dejando una sensación de renovada mudanza entre los vasallos que sorprendidos facilitaban la transformación del movimiento lanzando potentes soplidos, que rebotando en las quebradas, se reintegraban a la tierra. La nueva Mudanza creada esa tarde se llamó De La Fuga.
             Compartieron unos tragos de aguardiente bromeando por ser ésta, la primera vez que hacían honor al nombre de la cofradía “Libertad”.
Se disponían a seguir la caminata, Lautaro llamó.
-- Cabros, haremos algo que para muchos de ustedes es un secreto, un mito, La Virgen ha querido que se los comunique y comparta. El asalto a la cárcel de San Felipe será desde su centro, es la única forma de debilitar su estructura de represión a nuestro culto, la libertad de ellos y nosotros hará firme la causa sagrada del Cáñamo frente a las desparecidas iglesias, que sin fieles intentan permanecer poderosas, pero que sabemos, están desde hace mucho desalmadas, absolutamente fenecidas. Para esta tarea se nos anunció en este lugar alto, un secreto. Al abrir el Libro he leído:

“La roca circular que contempla a La Virgen y al sol
 es la entrada y la salida, el limbo de los libres.”

¡¡ Utilizaremos los túneles que antiguamente fueron diseñados por los Picunches de nuestro Valle y que hoy permanecen ocultos!!  ¡¡ La Virgen del Cáñamo así lo ha querido !!
Indica entonces con su mano una gran roca que luego sin grandes esfuerzos desplazan encontrando bajo ella, una oscura entrada a un túnel. La alegría contagia a los danzantes quienes deciden ingresar a la cavidad bailando, mientras La Virgen conmovida ante la oscuridad de la ruta subterránea, sabiendo que los actos sagrados se iban cumpliendo uno a uno, hace florecer de sus cabellos un cogollo de la más verde y profunda hierba.



IV

Al entrar en la cueva escondida, la oscuridad profunda, cegó plenamente las miradas. Al contrario, los arrieros seguirían por años transitando por ahí sin ver nada. Por lo mismo los chinos se sentían privilegiados y sin dudar reconocieron en aquel día, como la fecha en que La Virgen recordó sus promesas, recordó a los fieles presos y todo lo que en El Libro estaba escrito, lo que sacudió las ambiguas ideas de una Virgen traidora y que olvida y miente.
Sonaban así las flautas rompiendo los silencios que por siglos se acumularon entre las paredes de tierra en el laberinto subterráneo. Teterete, puntero en una de las columnas del baile, marcaba con sus pulmones el camino en la penumbra que luego de mover la piedra llenaba el escondrijo.
Instintivamente los chinos avanzaban iluminados sólo por los pitos encendidos por los vasallos que descansaban a orillas del salto y repetían sin querer y sin saber el ritual de los indígenas. Unos a otros se preguntan por el lugar en donde se encontraban, nadie reconoce exactamente el sitio, aunque todos sospechaban que las palabras de Lautaro eran correctas y que se dirigían a la cárcel de San Felipe, inaugurando lo que llamarían años más tarde, como El Ejército Libertador del Cáñamo.
Una hora después de haber dejado el mundo de la superficie la procesión decidió descansar. Al detener el flauteo el frío proveniente de los murallones impregnó los cuerpos fieles.
-- Aquí hace más frío que en la cana—alguien comentó tiritando.
-- Chissst, pero aunque estuviera en el polo, siempre sentiría más frío en cana, además mira cuanta hierba, para nosotros solos, esto parece un bosque, como un sueño, la volaiiiita…
            Aprovechó el instante de relajo Lautaro para hablar con quienes llevarían la esperanza y la libertad de una cárcel a otra, anunciando además la fundación de Pumazul como santo pueblo, el AguaSanta, y La Aparición y Milagro de Agua, lo que llamaba El Libro como la Revolución Religiosa del Aconcagua.
-- Señores, amigos que comparten la fe por La Virgen, estamos a unos pasos del Nido de Agua subterráneo que nutre los mares de Aconcagua, los ojos de AguaSanta y que refugia algo más que el agua. Si sienten frío esa es la razón. Aquí se dividen los caminos. Yo no los acompañaré pues me espera la ruta hacia Pumazul, el pueblo santo del cáñamo, mi tierra natal, la tierra también de La Virgen. Allí debo terminar El Libro, de otra forma El Milagro nunca se cumplirá. Sigan ustedes sabiendo que más temprano que tarde, la cárcel de San Felipe será libre como ahora lo está Putaendo.
            Las charlas entre los caneros y Lautaro se prolongaron en el tiempo llagando a la discusión y la espera. No todos comprendían el objeto de su retirada justo en el laberinto. Lo acusaron de cobarde por momentos, otros temían quedar atrapados en la tierra, como muchos que perecieron ante la suerte maléfica de los túneles. Lautaro les respondió con fuerza y les instó a pensar en la luz que cada vez era más intensa como prueba de la fuerza activa de La Virgen. La respuesta de los caneros fue el silencio y la aprobación. Siguieron la caminata entonces, que no fue baile por sugerencia de Lautaro, intuyendo que el estruendo de las flautas podría levantar sospechas en la ciudad de San Felipe ya cercana. De pronto el grito de uno de los libres acaparó las miradas.
-- ¡ Chaucha !
            Se descubrió ante la procesión El Nido de Agua subterráneo azul y transparente, en silencio y apaciguado, reflejando los contornos y las rocas en lo alto del túnel. En el fondo del mar pequeño, se apreciaban colores en movimiento y espectros que alcanzaban la superficie del agua y luego volvían a sumergirse como delfines terrenos. Vahos como libélulas submarinas, mata piojos de colores y de vida misteriosas, subían por el aire traspasado en destellos. La muchedumbre se acercó a beber del AguaSanta que al momento de tocar sus labios calmaba los pesares y producía todo tipo de alucinaciones placenteras llegando a observar en el aire aves de cantos prístinos y diamantinos, con plumajes multicolores.
Lautaro reconoció al ave que le entregó La Flor de la Anunciación, porque miles de aves volaban en silencio sobre las aguas completando un círculo de aire con sus plumas. Y en la tierra cuatro canales sin respetar la gravedad, movían sus aguas subiendo, en dirección al Nido para llenarla con sus fluidos.
 Los chinos, primero asustados, después contentos de observar la fuerza virginal, trataban de comprender cómo el agua se elevaba, corría hacía las alturas del Nido en vez de seguir como siempre los bajos terrenos hasta que el mar calmara su viaje y cerrara su movimiento. El misterio prendió las ganas, encendió cientos de pitos para lograr contemplar desde más alto la belleza. Entonces el instinto acabó por entusiasmar los pechos y las flautas. El Baile desplegó mudanzas con sincronía y experiencia. Los murallones devolvían los tonos y los cantos del alférez y los detonantes flauteos que iban y venían desde los costados y por encima del agua cayendo en el centro del Nido de Agua. Toda la caverna se llenaba con los estruendos semejantes al primer día.
La Virgen del Cáñamo dibujada en el guayacán contemplaba. Hubo quienes imaginaron que ese era el inicio de El Milagro, lo pensaban mientras las luces de sus pitos se reflejaban encendidos en la transparencia.
            Lautaro conferenció y entregó los detalles del camino. Una de las rutas llevaba a Los Altares de los burdeles en Las Heras, otro a la Cárcel, el resto a las distintas iglesias en ruina y abandonadas del valle. Les dijo que cuando vinieran regresando debían alcanzar el Nido y seguir la ruta a Pumazul tal y como un mapa esculpido en el murallón describía. Los llevó hasta la inscripción en la muralla, una piedra marcada con extrañas formas, laberínticas líneas como culebras. En aquel lugar les habló del encuentro que mantendrían de vuelta con una pareja que perdida estaría con sus ojos en el agua y que deberían integrar a la procesión. Por último les señaló que no se extrañaran si El Nido de Agua estuviese congelada y flotando.